
De nuevo volvemos a disfrutar con un cuento de Roberto Aliaga. Como es habitual, está lleno de ingenio, de sensibilidad y de aciertos narrativos. Roberto continúa imparable y nos encanta seguir sus pasos desde el blog. La única pega que le pongo (para que no se vaya de rositas) es que considero que en la última página se hace demasiado evidente lo que ya estaba sugerido.
También hay que destacar las ilustraciones de Claudia Ranucci, que nos va dando pistas del desenlace de la trama: aquella hoja de árbol que flota en casi todas las páginas, aquellos troncos llenos de palabras...
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