Para una familia judía, se me ocurren miles de lugares y momentos mejores para vivir que la Cracovia de finales de los años 30 y comienzos de los 40. La familia Baumann tiene problemas añadidos: la división entre sus miembros y el autismo del hijo pequeño, Noah, que solo parece encontrar su lugar en el mundo «colgado» de su cometa. Su madre y su hermana cada vez quieren saber menos del resto de la familia y prefieren la falsa seguridad de la cercanía con los nazis. El padre no pinta nada, casi voluntariamente, y Noah solo encuentra la seguridad en su hermano mayor Joel, su incansable protector.
Cuando se obliga a todos los judíos a residir en un distrito (el gueto de Cracovia) les toca compartir habitación con la familia Hiller, una familia que traerá una breve luz a las vidas de los dos hermanos, no así al resto de la familia. Joel encuentra el amor y la sensación, nueva para él, de sentirse arropado por seres que te quieren. Pero están donde están y es cuestión de suerte que te maten en la misma calle o que te manden en tren a no saben muy bien dónde.
Rafael Salmerón no deja que el rigor histórico, que me consta que cuida, atenaze la historia. Tampoco cae en los estereotipos, cada personaje tiene una entidad marcada y propia. Nos conduce con suavidad y belleza por escenarios devastados, por momentos de tensión y de gran emotividad. El final, bastante trágico, me ha encantado.