En 1920, la Sociedad Geográfica
SIGMA organiza una expedición al Ártico, liderada por el brillante y excéntrico
profesor Ulises Zarco, con el objetivo de seguir los pasos del científico desaparecido
John Foggart, su colega y rival. La única pista que los guía son unos insólitos
fragmentos de mineral y un antiguo códice medieval que relata el extraordinario
viaje de unos monjes hasta una isla infernal. ¿Lograrán llegar a ella? ¿Qué los
aguarda allí?
Así comienza La isla de Bowen, un viaje repleto de
emoción, intriga y aventuras a la manera de los libros clásicos de autores como
Verne, Stevenson o Arthur Conan Doyle, pero al mismo tiempo muy actual. Los
referentes como la novela clásica de aventuras o incluso las historias de
Tintín están claros, pero también hay que destacar que el Codex Bowenus que marca la ruta a seguir parece estar inspirado en
el Viaje de San Brandán, un relato del siglo X que describe el fantástico
periplo de un grupo de monjes irlandeses que se hicieron a la mar con afán evangelizador.
Esto le da mayor verosimilitud, fuerza y
coherencia a la novela y la entronca con una tradición incluso anterior a la de
las grandes novelas de aventuras del XIX: la de la literatura de viajes
medieval.
Su autor, César Mallorquí, es ya bien conocido no solo
entre los jóvenes lectores, sino también entre los aficionados al género
fantástico y de ciencia-ficción, que cultiva desde hace muchos años, y con el
que ha obtenido prestigiosos galardones. En esta ocasión nos brinda una gran novela
de aventuras en la que no faltan elementos fantásticos, con un final
inquietante y un estilo ágil y cuidado al mismo tiempo, que le ha valido el
Premio Edebé de Literatura Juvenil de este año. Es el 25º aniversario de los
premios literarios que otorga esta editorial, y es, también, la cuarta vez que
Mallorquí se alza con un galardón, que, desde mi punto de vista, esta novela
merecía con creces.
Si hubiera que buscarle algún “pero”, diría que he echado
de menos algo de introspección en los personajes, porque las relaciones entre
ellos me han parecido poco naturales, casi como si tuvieran que estar ahí por
obligación. Sin embargo, todo lo demás lo compensa de sobra. Sin duda se trata
de una novela que disfrutarán tanto jóvenes como adultos. El único requisito
para ello es tener sed de aventuras y estar dispuesto a explorar los confines
del mundo conocido, tal y como hacían los grandes exploradores del pasado. Al
hacerlo, quizá descubramos que tal vez aún nos queden muchas cosas por
descubrir…
Uschtu. Como siempre, genial y motivadora tu reseña.
ResponderEliminarEs verdad que a mí no me hace falta mucha motivación para leer a César Mallorquí, pero por si todavía queda alguno.