El reloj de este cuento tenía un serio problema, no sabía contar, por lo que le resultaba imposible dar la hora correcta. Además, se despistaba o se le cansaban las agujas o "le picaba la mejilla, junto al número tres, y tenía que rascarse". Pero, eso sí, sonar, sonaba como ninguno. Desde un gracioso tilín hasta el más sonoro Riiing, a pesar de lo cual el relojero decidió echarlo. Después ofrecer, sin éxito, sus sonoros servicios a una farola prepotente, a un buzón abandonado, a unos surtidores autosuficientes y a una veleta coqueta, esta última le dará la solución sin saberlo.
Para variar, me ha encantado este cuento de Roberto Aliaga. Sigue dando muestras de una originalidad y una sensibilidad especiales.
Está ilustrado por Óscar Villán. El reloj ha quedado muy gracioso, va vestido como Wally (el de ¿Dónde está Wally?, será porque él se está buscando). A lo largo del libro el ilustrador ha ido introduciendo, al margen de la historia, una mariposa en la farola, un caracol en el buzón, una mariquita en la veleta... a los que hace reaparecer en la ilustración final, como cierre adicional a la historia.
Como creo que no lo he dicho hasta ahora, hay que destacar la edición de los libros de Macmillan, todo su catálogo con tapa dura, hoja fuerte y gran calidad de impresión.
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