Rober es un chico de nueve años, detective aficionado, que acaba de salir de un tratamiento contra el cáncer. Don Roberto es un detective jubilado. Aunque el viejo no pueda ver a los niños, ni el niño, a los viejos, ambos se encontrarán siguiendo a una extraña mujer de gris que camina ajena a todo, casi sonámbula. Pese a las reticencias de ambos, deciden investigar el caso juntos, pues no hay nada que los motive más que un misterio. Así descubrirán que hay más hombres y mujeres de gris y que todos entran y salen de un extraño edificio solitario, junto al que hay una no menos extraña oficina de correos. Al final, tras varias perpecias y alguna sorpresa, descubrirán lo que lleva a esas personas grises a comportarse de aquella forma y, lo que es mejor, descubrirán que entre ambos ha surgido un cariño inesperado y sincero.
La mayor virtud de esta obra es la de mezclar, sin que parezca forzado, la historia detectivesca y la historia personal de los protagonistas. El misterio te empuja a seguir leyendo y a medida que avanzas vas conociendo y queriendo a los protagonistas. No se recargan las tintas con la enfermedad de Rober, ni con la viudez de Don Roberto, pero ambos hechos marcan a los protagonistas y los unen aunque ellos no quieran o no se den cuenta.
Las ilustraciones de Puño (las de este libro) no me acaban de convencer, no sabría explicar por qué.
Una gran historia de Carmen Pacheco que sobre todo entretiene, pero que también toca fibras y hace pensar sobre temas tan importantes como la muerte o los recuerdos.
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