Ayer se hizo entrega del VII Premio de Poesía Infantil Luna de Aire y de la Mención de Honor. Por regla general, cuando ya he informado del fallo, no suelo hablar de la entrega. Pero en este caso, tratándose de dos amigos "lijeros", no podía dejar de hacerlo.
El libro premiado ha sido El Mundo de Casimiro. Memorias de un saltamontes, de Gracia Iglesias.
Y el libro Mencionado ha sido El libro de las Mandangas, de Darabuc.
A través del Cuaderno de apuntes de Pedro Villar supe de este acto y pude ver las dos portadas, la primera de Ángela de la Vega, y la segunda de Arturo García Blanco.
Un día bonito como pocos... Muy especial, además, por el hecho de ser un premio compartido y vernos reunidos de golpe dos escritores y dos ilustradores. Da una sensación muy extraña, que no sé si sabré definir: de diferencia (tanta como va de cada uno a cada otro) pero a la vez de proximidad inmediata, de diversidad en la apariencia y unidad en el fondo, de formas distintas y objetivos compartidos. Para mí, el día dejó de ser el de la presentación de un libro para convertirse en el día de Arturo, de Gracia, de Ángela y todos los amigos (difícil es llamarlos de otro modo) del CEPLI. Con los pies en un Júcar bastante crecido y un paseo tranquilo y lluvioso por la Cuenca vieja y nueva, yo no sé qué más pedirme sin que me fulmine un rayo, la verdad...
ResponderEliminarMe alegro de que te lo diesen y que lo disfrutases tanto. A mí, en los pocos momentos similares que he vivido, los nervios no me dejaron disfrutar todo lo que me hubiese gustado. Ha sido hace tiempo, así que quizá ahora lo disfrutase más. Tendré que ganar algún premio para comprobarlo. Jeje.
ResponderEliminarLa vez anterior, que todo me pillaba de nuevo y encima, por sorpresa, improvisé y solo conseguí trastabillarme, tropezar, trompicarme y darme de bruces con las palabras. A veces resulta brutal la distancia entre lo que uno imagina que dirá (banda sonora, primer plano y aplauso del cine incluido) y lo que uno dice en efecto en el momento crucial... De esa parte tenía un recuerdo frustrante, así que busqué formas de ir más tranquilo (más aún, porque me tocaba ir solo). Alguna fracasó estrepitosamente, para qué negarlo: la tarde anterior me tomé hasta tres tilas dobles y aun así, no dormí más de media hora seguida (con ayuda del enano, es cierto, que andaba con tripotera). En cambio me ayudó haber escrito un guión con unas pocas ideas claras (no para leerlo, sino para guardarlo en la cabeza como orientación) o salir de casa sin prisa y con todo el tiempo del mundo, eligiendo caminos y paradas como si nadie me esperara en ninguna parte. Por si le sirve a alguien. :-)
ResponderEliminarA Gracia, por el contrario, la procesión le iría por dentro (aunque sea alienígena de las palabras, los alienígenas también tendrán procesiones y semanasantas, ¿no?), pero en directo muestra una seguridad pasmosa, con una exposición tan elaborada como clara. Tiene que ser un gusto oírla recitar.