El pasado miércoles, 18 de abril, se dieron a conocer y se entregaron los Premios SM 2018: Barco de Vapor (infantil) y Gran Angular (juvenil). Es uno de los eventos más importantes de la literatura infantil y juvenil española e iberoamericana.
Todos los años digo que no voy a hacer crónica, pero siempre termino encontrando una excusa para hacerla. Este año iba dispuesto a simplemente dar la noticia de los Premios SM 2018 y nada más. Sin embargo, coge Mónica Rodríguez y gana el Gran Angular. ¿Y cómo no voy a hacer una crónica cuando ha ganado mi auroriana amiga? (Jorge, ¿qué es auroriana? Ahh, si quieres saberlo, sigue leyendo).
Para los que quieran poner imagen además de palabras a la gala, aquí la tenéis al completo:
La presentó de forma muy competente, para goce de ministéricos, Cayetana Guillén Cuervo. Como sé que os encanta la chicha, sus «grandes momentos» fueron cuando rebautizó al gran Gabriel Brandariz y cuando le preguntó a Puño por su mascota. Cómo sería la respuesta, que le duró un buen rato la risa nerviosa (min. 44:00). Hablaron todas las autoridades, salvo, masteriosamente, Cristina Cifuentes. Dicen que el ministro le tiró un puyazo con una anécdota de Luces de Bohemia, de Valle-Inclán. Yo no lo tomé como tal, y volviéndolo a escuchar tampoco me lo parece, pero varias personas me lo apuntaron. Es en el minuto 23:47, juzgad vosotros. La reina Doña Letizia estuvo, como en todas las galas, muy profesional (sí, utilizo este adjetivo aposta) entregando los premios y hablando de los libros premiados .
Premio El Barco de Vapor 2018: La niña invisible, de Puño
Premio Gran Angular 2018: Biografía de un cuerpo, de Mónica Rodríguez
Fue una alegría juntarme en el mismo acto con unos cuantos aurorianos (vale, ya lo explico). Me refiero a los creadores de la localidad imaginaria de Aurora. Aunque no todos han acabado escribiendo la novela Aurora o nunca, son ciudadanos de pleno derecho y se los espera con muchas ganas. La delegación auroriana estuvo encabezada por Mónica Rodríguez y en el séquito, Jesús Díez de Palma, Alfredo Gómez Cerdá, David Lozano, Ricardo Gómez y yo. También estuvo presente y mencionado en el dicurso de Mónica el "núcleo duro", un selecto grupo de personas que se une año a año en los Premios SM y cuya representación este año corrió a cargo de Elena Moreno, Javier Fernández Jiménez, la propia Mónica y yo.
Para variar, me lo pasé genial. Charlé, bromeé, saludé, me tropecé, me reí... con mucha gente. ¿Alguna anécdota? Fui con Roberto Aliaga, el ganador del año pasado, que cedía su corona. Necesitamos cinco personas y los flases de dos móviles (¿verdad, Pedro Mañas?) para liberar el vestido de una invitada del enganchón del bolso de Begoña Oro. No sé de qué era la correa del bolso, pero hubiera jurado que de alambre de espinos. Ruescas me enseñó su nuevo tatuaje y me dijo que dejase de poner la escusa de que duele para no hacerme uno. Me encantó hablar con las manchegas Campos y Luz (Llanos y del Olmo, respectivamente). Di la enhorabuena a Pablo C. Reyna por ser finalista del Barco de Vapor en una edición, al parecer, tan competida. Me encantó tocar a las no efímeras Palomas, Muiña y Jover (¿os acordáis de la publicidad subliminal de BIS de la crónica del año pasado?) y, por supuesto, a Berta, Carlota Echevarría, Santiago García-Clairac, María Menéndez-Ponte, Marta Mesa, Pepe Trívez, Carolina, Gabri... y a muchísma gente más.
Se me olvidaba, los booktráilers de los libros son es-pec-ta-cu-la-res. Aquí, el de Biografía de un cuerpo, en el que sale incluso la hija de Mónica y la escuela de danza en la que da clases:
Y hasta aquí la crónica. Hubo mucho más, pero tampoco queráis que lo cuente todo.
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