Gonzalo Moure a Mónica Rodríguez
Te he elegido como nuevo eslabón precisamente por eso, porque lo eres, porque tu voz es nueva y brillante, esperanzadora. Mi pregunta va ligada a lo que hablaba con Mariasun Landa: ¿Qué crees que puedes aportar a esta carrera de relevos en la LIJ, tú personalmente, y como parte de una nueva generación? Y en esa dirección: ¿crees que ya conocemos de verdad el corazón, la mente del niño?
Antes de contestar a tus dificilísimas preguntas, quiero agradecerte que me incluyas entre tanto grande. Nunca pensé que esta cadena de preguntas pudiera llegarme. Voy.
Si te soy sincera, esa misma pregunta que me haces me asalta y me atormenta en muchas ocasiones. ¿Qué puedo aportar yo a la literatura cuando se escribe tanto y muchas veces tan bien? ¿Merece la pena mi esfuerzo? Y aunque no acabo de encontrar una respuesta que me satisfaga, escribo. No puedo dejar de hacerlo.
Escribo porque necesito indagar otros caminos. Porque creo en la fuerza de la palabra, de cada una de ellas, de los signos de puntuación que las hacen latir, de los espacios en blanco que también hablan, de sus silencios… De lo que queda después en el corazón de los niños. Y entonces me digo que mi mirada, unida por esos ríos subterráneos que decía Mariasun Landa con la de todos los de mi generación, aportará eso, una mirada concreta y pequeña, compartida y única.
Como madre y como escritora, ¿qué camino lector imaginas para tus hijas, para esa novísima generación? Y por fin: ¿crees que la literatura que haga esa novísima generación cuando llegue su hora será tan parecida como la de las generaciones de escritores actuales con respecto a las anteriores, por dónde puede ir su evolución?Estoy de acuerdo contigo en que la gran contribución de las décadas anteriores fue el respeto al niño lector, como ser humano pleno, y no como aprendiz. Se ha pasado de una literatura moralista a una literatura a secas, a veces demasiado cargada de valores e instrumentalizada por los colegios, los grandes promotores y difusores de la LIJ, a los que debemos mucho. Y aquí dejo a un lado los textos que a mi entender no son literatura sino productos de marketing, nacidos al abrigo de las modas y ventas, que también abundan. Confío en que mi generación, tan cercana a la vuestra, insista en hacer literatura “a secas”. Tal vez, como dice Maria Teresa Andruetto, el peligro es hoy en día el vacío. Contra ese vacío y contra la sobreprotección de la infancia debemos luchar ahora, dando un paso más allá para ofrecer textos auténticos no solo en el contenido, sino también en la forma, aunque a veces sea una literatura no complaciente.En cuanto al corazón de los niños – la mente, es lo mismo- estoy convencida de que sigue siendo, en gran parte, un enigma, con unas potencialidades que se nos escapan. Es frágil y resistente. Es dúctil e infinito. Es inmensamente más potente que la mente de los adultos. Y nuestra responsabilidad como escritores, como padres, como amigos, como educadores a fin de cuentas es darles armas para esculpirlo y potenciar el talento que les permita llevar una vida digna y feliz. Aún queda mucho por indagar en el corazón de los niños. La literatura debería ser capaz de hacerlo, rompiendo los límites que la sociedad va imponiendo para sacar, como bien dices, la inmensa energía que contiene la mente del niño. ¿Seremos capaces algún día?
Creo que, en líneas generales, la Literatura Infantil y Juvenil que se está haciendo ahora es mejor que la que se hacía cuando yo era niña y por eso creo que los niños lectores, si además se les acompaña en otros muchos aspectos relevantes de la vida, crecerán con más armas que nosotros para entender el mundo en lo posible y elegir sus propios caminos. Actualmente se lee más (eso dicen las estadísticas), pero la mente del niño también está cambiando. La multitarea, el hiperlink, las redes sociales… están modificando la gestión de sus cerebros, la memoria, la atención y esto, evidentemente, afectará a su forma de entender la vida y, por tanto, de escribir. No sé hacia dónde irá esa novísima generación que está ahora creciendo y estoy expectante y alerta. Tendrá, estoy segura, muchas cosas buenas y también, cómo no, sus puntos flacos. Veremos.Mónica Rodríguez a Fina Casaldelrrey
Volviendo a los grandes. Los lectores a los que va dirigida la LIJ están en un proceso de desarrollo intelectual, emocional y lingüístico. ¿Hasta qué punto es importante entonces que los textos dirigidos a ellos transmitan valores positivos? ¿Es necesario que a través de la literatura les hagamos saber que la realidad se puede cambiar?
Y por último, para continuar con la evolución de la LIJ. ¿Qué les pedirías a las nuevas generaciones de escritores de LIJ?
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