Esta es la historia de un viaje, o dos, o quizá de más. El primero es el que llevó de Chile a Europa al poeta chileno Vicente Huidobro y a su familia. Su familia en el sentido más amplio, pues incluía a su mujer, sus dos hijos, algún miembro del servicio y la vaca Jacinta, que era la vaca con cuya leche se alimentaban sus hijos. Además del heno y la cebada, le introducían terrones de azúcar y piezas de fruta para que diese una leche muy dulce.
El segundo viaje, en el que se centra el libro, ocurrió años más tarde. En esta ocasión, la familia se amplió con trescientos ruiseñores con los que el poeta quería poblar su continente, porque le parecía que tenían el canto más bello. Sin embargo, una vez conseguido que el capitán del barco permitiera viajar a semejante tripulación, el poeta se verá preso de un arrebato creativo y toda la responsabilidad del cuidado de los ruiseñores recaerá en los dos hermanos.
Este libro de Ignacio Sanz sonaría disparatado y ocurrente si no hubiese ocurrido en realidad. Desconcierta un poco porque la figura de Huidobro es solo el detonante de la historia, luego todo el peso lo llevan sus dos hijos y los animales. Y también por el desenlace de la aventura, que no podría ser otro que el que ocurrió en realidad. Ignacio domina la narración y de vez en cuando deja asomar instantes muy poéticos. Aquí podéis contemplar algunas de las buenas ilustraciones de Patricia Metola.
Un par de frases del libro (la segunda pertenece al precioso último párrafo):
Hay locuras que salvan al mundo de la vulgaridad y la rutina.
Las estrellas son de quien las trabaja
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