Ha terminado la Navidad y los hermanos (siempre peleados) Marta y Nacho van a visitar a "la tía Melinda", una amiga de su abuela a la que no conocen y de la que sólo han recibido regalos. Una vez allí, Melinda hará detenerse los relojes y les irá haciendo pasar a distintas habitaciones llenas de juguetes, manualidades, chucherías, disfraces... En todas pueden pedir, usar y hasta manchar cualquier cosa. Todo es mágico, hay cuatro jardines, uno por cada estación del año, en los que patinan sobre hielo, se columpian o se bañan.
Pero hay una habitación, la de la Navidad Eterna, que conserva todo lo que hace especial la Navidad y que sólo debe permanecer aberta mientras dure esta. Durante la visita, los Wolgan (unos seres malvados) se apoderan de la llave con la intención de hacer que ninguna Navidad vuelva a ser lo que era. Marta y Nacho, superando sus peleas, harán equipo y viajarán al mundo de los Wolgan para tratar de recuperarla.
La prosa del libro es muy ágil y me ha gustado especialmente el sentido del humor de la autora. Hay referencias claras a Alicia en el País de las Maravillas, y más veladas (o quizá sea imaginación mía) a Peter Pan. Pero para mi gusto tiene un problema de fondo: que no sorprende, lo cual no es nada bueno para un libro, y menos si es de fantasía. La familia mágica que se lo tiene oculto a los niños, los Wolgan, tan malos, tan feos y tan asquerosos... no sé, en numerosas ocasiones sentía que ya me sabía ese cuento.
Me gustan bastante las ilustraciones de Rafael Vivas, aunque habría elegido otra portada.
V Premio Anaya 2008
Aquí Marta Rivera de la Cruz nos habla del libro:
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