Gabriela Pesclevi y Josefina Oliva llevan más de un año investigando y recopilando libros para niños que fueron prohibidos durante la última dictadura militar argentina. Su muestra, que ya recorrió distintos puntos del país, indaga sobre los motivos de la censura sobre la cultura.
Cuando los militares recorrían las bibliotecas, confeccionando listas negras de autores y libros, no se imaginaron que habría gente que indagaría para recuperarlos. Desde esta lógica se creó Libros que muerden, una muestra itinerante de la literatura infantil prohibida durante la última dictadura militar.
Las instrucciones del jefe del Estado Mayor del Ejército en la llamada Operación Claridad eran puntuales: vigilar y detectar bibliografía considerada “subversiva” o “marxista” e identificar a los docentes que aconsejaban la lectura de esos libros. La Dirección de Publicaciones del ministerio del Interior recibía informes periódicos de inteligencia que detallaban el grado de “peligrosidad” de cada publicación.
Cualquier libro en cuyo argumento los chicos cuestionaran algún aspecto de la conducta humana era candidato a la hoguera. A la quema colectiva de ejemplares se sumaban las listas negras en los diarios y los decretos nacionales que prohibían obras completas. Alvaro Yunque, Elsa Bornemann, Ayax Barnes, Laura Devetach, Jacques Prevert y Antoine Saint Exupery fueron algunos de los autores cercenados. Humor que ponía en jaque al mundo de los adultos, animales que se burlaban de los humanos o hacían huelgas, pueblos unidos contra una bomba, una mano roja que se peleaba con una verde, fantasías de viajes por países extranjeros.
Cada ejemplar de la muestra se conserva con un epígrafe que detalla las razones de su censura.
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