22 diciembre 2006

César Mallorquí, Santiago García-Clairac, Fernando Marías y Xosé Neira Cruz, en La mar de libros

El cultural ha reunido en la librería La mar de letras a cuatro importantes escritores de literatura infantil y juvenil: César Mallorquí, Santiago García-Clairac, Fernando Marías y Xosé Neira Cruz.

Transcribo la interesante conversación:

"–Las cifras de ventas y edición pronostican un buen estado de salud de la literatura infantil y juvenil (LIJ). ¿Confirman el diagnóstico?
Fernando Marías: Sí. Se escriben y editan muchos libros, y según tengo entendido también se venden. Aunque, como en la literatura convencional, hay quien vende mucho (unos pocos) y quien no vende nada o menos (la mayoría).
César Mallorquí: Goza de excelente salud, y no sólo desde el punto de vista de las ventas, sino también desde criterios literarios, porque cada vez hay más y mejores autores. Esto se debe en gran medida a la labor de promoción de la lectura que actualmente realizan muchos colegios e institutos. La afición a la lectura no puede imponerse; hay que seducir al joven lector.
–Xosé Neira: Ofrece, con regularidad, muestras de buena salud. Hay algunos escritores interesantes, ilustradores excelentes, editores exigentes, pocos críticos –lamentablemente– pero los que lo son suelen tener detrás un gran lector. Sin triunfalismos, estamos ante un ámbito de nuestra literatura que sabe mantener un nivel digno de calidad.
Santiago García-Clairac: Cada día se venden más libros juveniles. Pero esa buena salud es fruto de un largo trabajo en el que han intervenido muchas personas y entidades, tanto públicas como privadas. No es un fenómeno surgido por arte de magia.

–¿Cómo afectan y qué aportan a la LIJ fenómenos como Harry Potter o las Memorias de Idhún de Laura Gallego?
–F.M: Estos fenómenos crean lectores. Otra cosa es que esos lectores luego pasen a libros y autores nuevos.
–C.M: Cualquier obra que haga leer a la gente es positiva. Eso no quiere decir que todos los que lean esos libros se convertirán en lectores. El márketing aplicado a la venta de libros me parece bien, pues sirve para que la literatura se expanda a través de los medios. Pero el marketing aplicado a la creación literaria es un desastre.
–X.N: Creo que la buena literatura nada tiene que ver con esos fenómenos de masas y merchandising, lo cual tampoco quiere decir que algunos libros que se mueven dentro de esos parámetros sean necesariamente malos. Los ejemplos citados han ganado lectores, han sacado un poco más de la invisibilidad a la LIJ.
–S.G.: Lo que Laura Gallego ha hecho para la expansión de la lectura entre el público joven merecería un reconocimiento institucional. El márketing ha llegado muy tarde al mundo de la lectura juvenil. El merchandising sirve para impulsar la venta, pero los libros se venden porque son buenas obras. Son los lectores los que deciden si un libro es bueno o malo; el merchandising ayuda a que las obras se conozcan mejor.

La madurez de la novela infantil
–¿Hasta qué punto la frontera entre literatura infantil y juvenil y literatura para adultos es (o no) artificial? ¿Qué es lo que define a la LIJ?
–F.M: La frontera es difusa. Mis libros juveniles no profundizan en las oscuridades del alma, llamémoslas así, cosa que sí hago en las novelas convencionales. Tal vez ésa sería la diferencia. Muchos lectores y algún editor me han dicho que Cielo abajo podría haberse editado para adultos, pero yo pienso que le falta esa oscuridad.
–C.M.: La literatura infantil es un género muy difícil, pues un buen relato infantil debe gustarle también a un adulto y eso es complicado. En cuanto a la literatura juvenil... me parece que es una ficción editorial. A partir de los catorce años, una persona puede leer prácticamente cualquier cosa. Prueba de ello es que en las colecciones de literatura juvenil abundan obras que jamás fueron concebidas sólo para jóvenes.
–X.N.: En literatura las fronteras suelen resultar artificiales porque van en contra de algo consustancial a la literatura: la libertad. En el caso de la literatura juvenil establecer fronteras con respecto a la literatura para adultos resulta todavía más arriesgado, aunque exista propiamente un subgénero juvenil, con una dialéctica propia, pero que no atañe a todo lo que se escribe y puede interesar a un joven.
–S.G.: Yo creo que la literatura juvenil se está haciendo más adulta, mientras que la lectura adulta se está infantilizando. La mayoría de las novelas históricas de moda tiene un esquema muy similar a las novelas de Julio Verne. Un esquema apropiado para jóvenes. Los escritores actuales no escriben como antes y han orientado sus relatos hacia un estilo más cercano a la imagen, con un lenguaje más joven. En la literatura infantil y juvenil hay ahora más títulos que tratan temas sociales que en la literatura adulta.

–¿Se puede hablar de renovación e incluso vanguardia en la LIJ?
–F.M.: No podría decirlo. Habría que preguntárselo a los editores, o a los críticos.
–C.M.: Lo que hay es una evolución. Antes, la literatura juvenil tendía a ser simplista, como si fuera una mera prolongación de la infantil. Ahora se tiende a una mayor complejidad narrativa y a un tono más maduro. Una buena novela juvenil debe gustarle también a un adulto.
–X.N.: Se puede hablar de experiencias innovadoras y de lo dificil que resulta abrir nuevos caminos simplemente porque no se espera que tengas que hacerlo con un libro infantil o juvenil.
–S.G.: Esa renovación se reconoce en nombres como Laura Gallego, Ruiz Zafón, Alfredo Gómez Cerdá, María Menéndez, Sierra i Fabra… Los autores de vanguardia se reconocen fácilmente porque son los que los jóvenes lectores compran y leen. Esta literatura de vanguardia es la que les apasiona y la que ha conseguido el milagro de que, en nuestro país, pasen cosas que hasta ahora solo sucedían en otros países europeos.

–¿Qué criterios siguen los editores de LIJ?
–F.M.: Vender, pero también la calidad. Hay editores de infantil y juvenil excelentes, como Antonio Ventura, al que cito porque he trabajado mucho con él y puedo decirlo.
–C.M.: Los criterios son Harry Potter y El señor de los anillos.
–X.N.: Conozco a editores obsesionados con la calidad. Y también editores obsesionados con las ventas, con los temas transversales que permitan colar un libro en las prescripciones escolares.
–S.G.: Lo que les ha obsesionado siempre: publicar buenos libros. La editoriales no venden más por haber bajado el nivel de exigencia (y volvemos al caso de Laura Gallego, o Ruiz Zafón), venden más precisamente por haberlo subido. Hay un interés en acusar a las editoriales de querer hacer best sellers, pero los hechos demuestran que esos best sellers tienen una gran calidad literaria. Habría que acabar con esa falsa premisa de que una obra juvenil que se vende bien es sospechosa.

–¿Qué peligros amenazan a la LIJ desde dentro y desde fuera?
– F.M.: Lo peor es cuando el escritor trata al lector joven como si fuera un marciano. Y no creo que el sector esté amenazado.
–C.M.: Dos son los vicios de la LIJ: el didactismo y lo políticamente correcto. Sostener que la literatura juvenil debe ser una herramienta al servicio de la “formación” del menor es torpedear su condición literaria. Otro problema es lo políticamente correcto. Hay temas que una novela juvenil no puede tocar, y si los toca ha de ser con guante blanco. Es como si nuestros hijos fueran unos gilipollas a los que hay que mantener alejados de la realidad ofreciéndoles un mundo tipo Disneylandia. Ése es el principal problema, aunque en realidad afecta a toda nuestra cultura.
–X.N: Un verdadero peligro es reducir la creación literaria a un ejercicio con fines estrictamente educativos. Creer que la LIJ debe ser un coto de obras bien intencionadas, políticamente correctas, mesuradas, supone reducir la LIJ a lo que muchos de los detractores de este ámbito siempre han señalado, y a veces no sin falta de razón.
–S.G.: No creo que existan amenazas por parte de los escritores, editores, libreros o del mundo académico. Muchos decían que los jóvenes no leían, y ahora que se descubre que leen se dice que lo que leen no es bueno.

–¿Cómo se forma el criterio de lectura de un joven?
–F.M.: No obligándole a leer el Quijote contra su voluntad. Recuerdo un instituto en el que probé, el año pasado, a ver qué pasaba si empezaba la charla diciendo: no voy a decir una palabra del Quijote. Lo hice, y me ovacionaron. La lectura debe ser algo deseado, no impuesto.
–C.M.: El criterio de lectura de un joven se lo formará él mismo, como hemos hecho todos. ¿Se puede ayudar al joven en este proceso de exploración? Claro: recomendándole buenos libros y haciéndole ver que el objetivo de la literatura, como decía Borges, es el placer.
–X.N.: Con la lectura y con la presencia de una política cultural que dinamice la biblioteca o la librería como espacio de encuentro con el placer lector, que convierta a las escuelas en espacios para la lectura, y que siembre en las familias el valor de que leer es algo importante.
–S.G.: Ellos deben elegir el tipo de lectura que desean y nadie debería criticarles por leer historias de fantasía o de cualquier otro género. Mucha gente cree que los jóvenes son incapaces de elegir buenas obras cuando, en realidad, están dando un lección a los adultos sobre los hábitos de lectura. Conozco a muchos chavales que a los doce años han leído más libros que sus padres.

–¿Qué papel juegan los profesores y los padres?
–F.M.: Esencial. Son ellos quienes pueden hacer que la lectura se vuelva objeto de deseo.
–C.M.: El papel de los profesores es vital, pues en sus manos está convertir la literatura en un coñazo o en una fascinación. En general están llevando a cabo una labor espléndida. En cuanto a los padres... si son lectores, están dándoles a sus hijos lo mejor: el ejemplo. Pero en torno al cuarenta por ciento de la población no coge un libro ni para calzar una mesa, así que ¿cómo van a fomentar la lectura si no son lectores?
–X.N.: El papel de los padres y de los profesores es fundamental, pero también de los bibliotecarios, de los libreros, de los abuelos es fundamental. Sin olvidar que la experiencia lectora es una opción voluntaria y es una vivencia personal: un encuentro de uno consigo mismo y con el libro.

–¿Qué puede hacer un autor de LIJ para no perder lectores jóvenes y para ganarlos?
–F.M.: Nada. Uno tiene que escribir las novelas que le salen de dentro. Si venden bien, y si no también.
–C.M.: Tenemos que respetar su inteligencia y escribir novelas apasionantes.
–X.N.: Un autor debe escribir buenas historias, sabiendo que unas llegarán a unos lectores y que otras llamarán la atención de otros.
–S.G.: Les ayudamos a crecer con nuestras historias y les acompañamos en el proceso de crecimiento. Son como hijos a los que ayudamos a independizarse.

– Vuestro libro preferido....
–F.M.: Drácula, Frankenstein y Doctor Jeckyl & Mister Hyde. Un libro ideal para crear lectores es El sueño de Africa, de Javier Reverte.
–C.M. La isla del tesoro, de Stevenson, y El guardián entre el centeno, de Salinger.
–X.N.:Las obras de Roald Dahl, Rodari, Gloria Sánchez, Fina Casalderrey, Andersen, Ende, Ana María Matute, Nesquens, Lobel, Carroll y algunos más.
–S.G.: El guardián entre el centeno.

Itzíar DE FRANCISCO"

Buen trabajo de El cultural en general y de Itzíar de Francisco en particular.

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